DOMINGO QUINTO DE PASCUA
Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo
según san Juan (Jn 15, 1-8)
Durante la Última Cena, Jesús dijo a sus discípulos:
Yo soy la verdadera vid
y mi Padre es el viñador.
El corta todos mis sarmientos que no dan fruto;
al que da fruto, lo poda para que dé más todavía.
Ustedes ya están limpios
por la palabra que yo les anuncié.
Permanezcan en mí,
como yo permanezco en ustedes.
Así como el sarmiento no puede dar fruto
si no permanece en la vid,
tampoco ustedes, si no permanecen en mí.
Yo soy la vid,
ustedes los sarmientos.
El que permanece en mí, y yo en él,
da mucho fruto,
porque separados de mí, nada pueden hacer.
Pero el que no permanece en mí,
es como el sarmiento que se tira y se seca;
después se recoge, se arroja al fuego y arde.
Si ustedes permanecen en mí
y mis palabras permanecen en ustedes,
pidan lo que quieran
y lo obtendrán.
La gloria de mi Padre consiste
en que ustedes den fruto abundante,
y así sean mis discípulos.
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REFLEXIÓN: Permanecer... ¿de eso se trata, no?
Los matrimonios, quieren permanecer; los reinos, quieren permanecer, ¡las personas!, quieren permanecer. Quieren que permanezcan sus deseos, logros, ideas, etcétera.
Ahora bien: sin Jesús, ¿Puede algo permanecer realmente perdurablemente?. ¿Puede sin el viso de Jesús, algo continuar? Pues permanece tú en Jesús: tú y tu familia, y tus sueños, logros y valores... permanece perdurablemente. Átate a Jesús si hace falta, pues contra Jesús: nada; con Jesús: todo.
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