DOMINGO CUARTO DE PASCUA
Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo
según san Juan (Jn 10, 11-18)
Jesús dijo:
«Yo soy el buen Pastor.
El buen Pastor da su vida por las ovejas.
El asalariado, en cambio, que no es el pastor
y al que no pertenecen las ovejas,
cuando ve venir al lobo
las abandona y huye,
y el lobo las arrebata y las dispersa.
Como es asalariado,
no se preocupa por las ovejas.
Yo soy el buen Pastor:
conozco a mis ovejas,
y mis ovejas me conocen a mí
-como el Padre me conoce a mí
y Yo conozco al Padre-
y doy mi vida por las ovejas.
Tengo, además, otras ovejas
que no son de este corral
y a las que debo también conducir:
ellas oirán mi voz,
y así habrá un solo rebaño
y un solo Pastor.
El Padre me ama
porque Yo doy mi vida
para recobrarla.
Nadie me la quita,
sino que la doy por mí mismo.
Tengo el poder de darla
y de recobrarla:
éste es el mandato que recibí de mi Padre».
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REFLEXIÓN: las ovejas reconocen a su Pastor.
Pueden haber muchas voces... muchas "campanas" digamos; pero si sigues a Cristo reconocerás su voz de entre todas ellas. Obedecer es, precisamente, abrir la oreja ("ab-audio") a determinadas voces,
es decir valores e ideales.
Tu oídos oirán... escucharás a una pareja, ambición, deseo, contienda, etcétera. Sin dudas los escucharás con el corazón en llama viva. El tema es hacia qué...
Jesús te propone obedecerlo a Él: arder cada vez "con llama más fina y pura". Arder perennemente, iluminando las compañías y actitudes a tu alrededor. Arrodillarte por Él no te esclaviza; es el único arrodillarse que siempre vale la pena.
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